martes, 20 de julio de 2010

Mientras tanto.


Tan solo el recuerdo de ese día, me retuerce los adentros.
Puedo relatar como sucedío, de una forma vaga y simple, pero, al pensarlo una y otra vez, debo una vez más inmortalizar mi experiencia.
Te busqué entre la gente, miles de caras sonrientes, extaciadas, sudorosas. Pensé que talvez te encontraría si me quedaba viendo fijamente a la multitud, pero no surgió efecto alguno. Mis colegas, quienes estaban junto a mi , igual de cansados que yo, me miraban con rostros fríos, sabían de mi preocupación. No entendí el por qué de nuestra discusión, solo se que cada camisa a cuadros que alzanzaba a ver con la esquina de mi ojo, me engañaba despiadadamente, sin corazón.
Esperé, por Dios que sí, esperé y esperé, hasta que mi cuerpo, débil de tanto trabajo, me estaba atando fuertemente a la banca adonde estaba sentada. Aunque quise levantarme a sumergirme entre la masa de cuerpos que saltaban, no pude. Sólo mantuve mi cuerpo en reposo, en "piloto automático", como dijo uno de mis compañeros.
Muchas explicaciones pasaron por mi mente, miles de palabras que decir, que surrurar a tu oído. Repasé en mi mente tal como un ensayo, lo que iba a decir una vez que el destino nos encontrara; palabras. A la vez, habían varios factores que distraían mi frágil cabeza de momento a momento, como mi falta de sueño, mi fuerte dolor muscular, o talvez el hambre de casi 6 horas.
Pensé en salir, ya era demaciado el tiempo que había pasado en ascuas, pero el deseo de unirme al grupo una vez que empezaran a saltar y bailar al ritmo argentino era demaciado.
A las horas, mi espera tuvo recompenza, y emocionada caminé entre la gente. Mi desesperación era inmensa, sentía mi corazon latir con una fuerza inimaginable; me gustaba ese sentimiento.
Y ahí, te ví entre la gente. Tu espalda. Hermosa vista. Vista que estaba esperando desde hace mucho.
Suavemente, te rodee con mis brazos, siempre de espaldas, sucumbiendo ante la calidez y el sentimiento de el abrazo. Tus ojos brillaban cuan estrellas, tu sonrisa me derritió. Y una vez más, olvidamos lo sucedido, pegamos nuestros cuerpos sudorosos y cansados, nos besamos con mucho cariño, y la vida volvió a mi cuerpo.

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